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Donde las almas no vuelven

Se sentía libre, incorpórea, como si con el último aliento exhalado hubiera huido su mente. Como si la blanca razón la hubiese liberado de aquel terrible trago que era respirar. Ella, aliento vital, se barbotaba por entre los ósculos de unos labios abiertos y quedos que la despedían de un cuerpo que hasta ese momento había sido el suyo.
Percibía aún los murmullos que, poco a poco, evanescentes, se iban diluyendo entre las huellas del recuerdo de sus voces, tan familiares, tan cercanos, pero tan lejos de donde ella estaba que apenas rozaban sus caricias.
Como si de un eco se tratase, la conciencia fue tomando inconsciencia de sí misma. Las voces se tornaron ondas; la luz, sólo energía, incolora, perenne… y después, el vacío. Un intenso vacío cuyo vuelo reposaba
sobre las ramas de un tronco inmóvil e inerte que, acostado sobre su cama, yacía con cuerpo de mujer.

Poemario Vértigo Al Olvido

  Sueño y olvido 

Sueña y olvida, espíritu trémulo,
mécete por las manos de simiente
aunque las fauces de la tierra te devoren
y sea tu cuerpo un descuido de la nada.

Descansa el miedo de un hombre acorralado,
oscuridad y silencio.

Macera, hálito vibrante,
emerge la sangre del guarismo de tus venas.

Descansa el vacío de un hambre acorralada…
Sísmica, innumerable.
…oscuridad y silencio.

Labranza

Quiero verter mi sangre
y mi dolor por estos campos,
así podrán decir que estuve vivo,
antes que la cal del tiempo borre toda huella
y esparza mi instantaneidad
hasta por tu olvido; germinar,
rozar mi brevedad vestida
contra tu infinitud escueta,
sentirte vagamente muro
contra el que crepitar mis alas;
descomponerme al fin
en forma humana.

Un hombre 

Soy un hombre
de inercias y de trazas,
de recuerdos y de olvidos
impalpables que revuelan
mis instantes, vacíos de faena,
de quietud y de silencio
donde puebla la nostalgia.

Soy un hombre acristalado,
empañado por los vahos de la memoria,
a cada paso que doy desposeído
del paso dado,
disentido de lo andado,
desdoblado en lo que soy
y en lo que he sido;

 Soy un hombre, al cabo,
un hombre; y al fin,
un hombre.

Vivir 

Vivir,
esencia breve,
poema,
un aceite,
un despertar, un ser, un fin,
tres-en-uno,
una deidad,
o un aerosol lubricante.

 Miedo al vacío.

Ofrécele al abismo mi nostalgia,
borra los pasos de mi historia,
hazme huella en la arena del recuerdo,
destiérrame hasta olvidar mi nombre,
deconstruye con alzhéimer mi concepto,
pero déjame seguir siendo humano,
arañar el tiempo para verte
eternamente cada día,
vivir de este vértigo de engaños
que disfraza las verdades con mentiras.
Déjame sentir el miedo a este vacío
que ocultas con la luz de cada estrella,
ese lapso vacante de una subsistencia fría
y esa substancia que subyace a su indolencia.
Déjame sentir el miedo, simplemente,
sospechando como anida en mi cuerpo,
y macera en cada paso del presente.
Déjame sentirlo…
mientras siga caminando por tus fondos
y ofreciendo al abismo mi nostalgia.

Ascensión a la montaña 

Sobre los charcos del tiempo
dejo mi huella y camino,
están calados mis pasos
con el agua del olvido.

Por uno de mis lados corre
con sus siseos el río,
buscando la mansedumbre
acaudalada del mar. Yo sigo
remontando los destierros
de cada edad que he vivido,
llevo conmigo cadenas
- arrastro tierra, viento, frío-
que encallan por los collados
en cada lodazal que piso.

En cada barro descansa
la esencia de los caídos,
relegados que la tierra
anegó con su sigilo.

Por uno de mis lados dejo
el rumor de la corriente, sigo
ascendiendo cada ladera
que me factura el destino.

La tormenta gorgotea,
cayendo en los desapercibidos.
Con el agua de su lluvia
me empapo, a la vez que grito:
¿Para qué quieres que cruce
a la otra orilla del río?

Al otro lado hacen gremio
las rapaces del destino,
desgajan ávidas cuerpos,
la bilis gotea en sus picos,
mientras sus ojos otean
su próximo festín. Y digo:
¿Para qué quiere la muerte
que alimentemos su nido?

Por uno de mis lados fluye
a borbollones el río,
algún día será arroyo
y mi ladera, montaña. Sigo,
mientras me duren las fuerzas
esta encumbrar al olvido.
¿Para qué quieres eterna
mezclar tu sombra conmigo?

 Aquí hay dragones

Desligados de tu verbo,
perdiste la mar y la noche;
ahora el olvido te arrulla,
y mece tus sueños el viento.

La soledad trenzará sus redes,
cabalgará por tus venas,
te arrojará por el pozo
profundo de sus tinieblas.

No bastará la lucha,
el tiempo abona sus respuestas;
un día brotarán cansadas
y no harán falta preguntas
ni habrá ya quien las comprenda.

¡Cuánta memoria esparcida,
cuánto cuento por la hoguera,
qué matinales silencios
derrochó nuestra inteligencia!

Tu fuego ya no es eterno,
ni tu verdad, fortaleza;
mece tus sueños el viento,
ahora el olvido te acecha,
perdiste la mar y la noche
se nos rebeló de estrellas.
 
¡Qué renacer frutalmente,
qué manzana desbordada,
qué horizonte de sucesos,
de interrogaciones, réplicas!

¡Cuánta humanidad sembrada
para arrojarse en su hoguera,
renacer de sus anhelos,
de sus palabras, sus huellas!

Tal vez nos dispersemos,
diseminemos las sendas
que llevan a hacia otros mundos
alejados de esta primigenia
estancia, desligados del verbo,
canción de cuna nuestra;
queramos ser vagabundos
de esta realidad inmensa;
despidamos dragones,
con sus oraciones viejas,
cuando cada palabra dicha,
sea una palabra muerta.

Desligados de tu verbo,
perdiste la mar y la noche,
la sal y la tierra.
Ahora el olvido te arrulla,
y el viento tus sueños lleva.